VLC – IBZ . Frida Kahlo

No es que no me guste, es que me da miedo volar.

Mucho.

A pesar de ello, y debido a mi trabajo, debo volar dos veces por semana de un lugar a otro del planeta. Los lunes y los viernes, generalmente. Ya se sabe que Dios le da pan a los que no tienen dientes.

En este miedo profundo que me produce, he de mantener mi cabeza entretenida durante los vuelos para no volverme loco. Así que durante la espera en la terminal del aeropuerto, durante el embarque y en el propio vuelo, invento mil historias sobre las personas con las que, al azar, comparto viaje. Ello me permite seguir volando y no pensar en catástrofes aéreas.

Durante los últimos meses, he estado recopilando en una libreta algunas de esas historias. Ahora ha llegado la hora de publicarlas. Sin ningún motivo aparente. Sólo por el placer de que alguien, aunque sólo sea una persona en este mundo, las lea.

Volaba de València a Ibiza cuando, delante de mi en la cola para embarcar, había una extraña pareja. Hablaban entre ellos en inglés. A él no le veía la cara porque estaba de espaldas, pero ella se giraba continuamente para dirigirle la palabra. Por el acento entendí que ella no era inglesa, hecho que se reafirmó cuando, de soslayo, vi su DNI al entregárselo al personal de tierra de la aerolínea.

Era una chica joven y excepcionalmente guapa. Alta, morena, con unos ojos profundos de color grisáceo. Una belleza. Iba elegantemente vestida y, en su figura, se notaba ya una incipiente tripitaque anunciaba una próxima maternidad. Ello le proporcionaba una maravillosa aureola.

Pero todo eso no fue lo que más me llamo la atención. Lo que me fascinó de ella es cómo lo miraba a él. Se lo comía. Una mirada pura, limpia, honesta, risueña.

En ese momento pensé que él era un hombre afortunado. Ya quisiera yo que alguna vez alguien me hubiera mirado como ella lo miraba a él. Con una profundidad, con una sonrisa que podía verse en el interior de su iris. Una maravilla. Yo me quedé fascinado del amor que desprendían esos hermosos ojos.

Entonces tuve la necesidad imperiosa de verle la cara a él. Quería ver si la mirada era correspondida. Necesitaba saber qué era lo que reflejaba un rostro que siente esa mirada en sus pupilas. Aproveché un momento en el que ella decidió darle un beso en la boca para acelerar un poco el paso y adelantarlos en la plataforma que nos llevaba a la puerta del avión. Giré mi cabeza para verlo, para intentar captar ese momento, dispuesto a encontrarme otro bellezón. No fue así.

Cuando separaron sus bocas descubrí que él era, para que negarlo, feo. No del montón, no uno cualquiera, como yo mismo. Él era profundamente feo. No voy a describirlo. Muy feo. Y, de repente, fue como si toda esa música celestial que había estado escuchando en mi cabeza, cuando la miraba a ella mirándolo a él, se hubiera interrumpido de golpe.

Me giré contrariado y entre en el avión sin dejar de pensar. De hecho no pude quitármelo de la cabeza en todo el viaje. Ni siquiera me había dado tiempo a saciar mi curiosidad sobre cómo la miraba él a ella. Llamadme superficial pero me mantuve entretenido todo el vuelo pensando en cuál podía ser el motivo por el que ella le amaba a él. Pensé que si él había encontrado el amor, cualquiera de nosotros podía encontrarlo.

Estuve tentado de buscarlos, sentarme a su lado y preguntarle a ella. ¿Qué podía ver en él que no veíamos los demás? Y no, estoy absolutamente convencido de que no era una cuestión económica. Ella estaba perdidamente enamorada de él. Lo vi en sus ojos. Estoy seguro.

Y así pasé los cuarenta y cinco minutos que nos costó llegar a la isla. No volvimos a coincidir ni a la salida del avión ni en los pasillos del aeropuerto. Y, a pesar de todo, no pude dejar de pensar en ello todo el fin de semana. Viendo a gente semidesnuda por las playas, paseando algunos de ellos cogidos de las manos, no consiguieron trasmitirme ni la mitad de amor que ella le dedicó a él con solo una mirada.

No hay nada más importante porque, como dijo Frida Kahlo“Si yo pudiera darte una cosa en la vida, me gustaría darte la capacidad de verte a ti mismo a través de mis ojos. Sólo entonces te darías cuenta de lo especial que eres para mí”.