Querido Luis:
permíteme que te haga llegar estas palabras de cariño porque creo que lo necesitas. Estoy absolutamente convencido de que algo pasó en tu interior en mayo de 2015 que no debe dejarte dormir bien por las noches. Supongo que en tu cabeza retruena la celebre frase “¡Qué hostia! ¡Qué hostia!” que todos escuchamos aquel día.
Veo tu corazón inundado de odio y me da mucha pena. De verdad. De corazón te lo digo. Entiendo que debió ser duro que Isabel os dejara solos cuando saltó el Caso Taula y le exigió a tus compañeros la entrega del acta. No quiero ni imaginar lo que supondría recibir esa carta certificada de la dirección del partido donde les daba diez días hábiles para abandonar el hemiciclo. Pero ¡oye!, ahí estáis, resistiendo casi mil días después.
Es posible que todo ese rencor lo hayas canalizado hacia el frente equivocado y, en vez de mirar hacia tu casa, hayas decidido llenar de denuncias nuestras vidas. ¡Con la de cosas que podrías denunciar de tu partido! ¡Anda que no hay! Y esas las habrías ganado, Luis. ¡Las habrías ganado!
Yo no te voy a insultar como hiciste tu en Twitter el día de mi cumpleaños. Llamar idiota a alguien queda lejos de mi responsabilidad intelectual. En vez de hacerlo quiero enviarte un fuerte abrazo. Un abrazo sincero. Entre casi iguales. Porque estoy convencido de que lo vas a agradecer. Tienes el corazón roto, el alma perturbada y eso solo se cura con amor. Con mucho amor. También con sexo, no lo voy a negar. Pero eso no te lo puedo proporcionar. Estoy servido.
Luis, reflexiona. El mundo es maravilloso como para que tú lo estés viviendo con tanto dolor. Abre el armario, ponte tus mejores galas y sal a la calle. Respira el maravilloso aire que nos ofrece nuestra ciudad. Ríe, disfruta, canta, baila, grita. ¡Vive, Luis! ¡¡Vive!! Tal vez así descubras lo bonita que está València. Tal vez así te fijes en lo maravillosa que es la vida.
Levanta la vista del ordenador, deja de buscar números e inventos. La verdad es mucho más sencilla de lo que quieres hacerle creer al resto del mundo y lo sabes. Escucha a Beatriz y no la desautorices. No veas fantasmas donde ella no los ve, no seas malo con ella que luego la dejas en ridículo y eso no está bien.
Y si necesitas un hombro donde llorar, donde depositar tus frustraciones más profundas, seguro que encuentras a gente maravillosa a tu alrededor que te ayudará. Si no fuera así, porque notas que nadie te quiere, y no te molesta que sea con un homosexual declarado de izquierdas, valencianista y amante de las causas perdidas, aquí me tienes. Prometo enseñarte a bailar.
Atentamente tuyo,
Carlos.