Siempre me han gustado los juegos de paradojas. Una de mis favoritas es la del famoso caso del barbero de Russell que tenía que cumplir la orden del rey que sólo permitía a los barberos afeitar a aquellos que no lo sabían hacer por sí mismos. ¿Quién afeitaba al barbero entonces?
Pero a la que más vueltas le he dado estas últimas semanas es a la “Paradoja de la Tolerancia”. Karl Popper la desarrolló en 1945 en su libro “La sociedad abierta y sus enemigos”. Más o menos explicaba que si una sociedad era absolutamente tolerante los intolerantes acabarían con ella. Postulaba, por tanto, que había que ser intolerante con los intolerantes y esto sumía a la sociedad en una paradoja.
En realidad se trata del límite, o la excepción. Según Popper esa intolerancia es necesaria precisamente en nombre de la tolerancia. Hoy en día se es demasiado tolerante con la intolerancia y creo que se confunden mucho los términos. Se habla de respeto y a muchos se les llena la boca. Lo que ignoran es que el respeto es para las personas.
Todo ser humano merece respeto. Todos, sin excepción. Lo que no merece respeto son determinadas ideas. No se puede, ni se debe, respetar la xenofobia, la homofobia, la esclavitud, la violencia y tantas otras lacras de nuestra sociedad. Tendrán todo el respeto como personas pero ninguno hacia sus ideas.
No confundamos respeto y tolerancia. Cuando respetamos lo hacemos respondiendo a nuestro sentimiento de igualdad, de pertenencia al colectivo humano, entendemos que esa persona tiene, al igual que nosotros, una vida y debe ser respetada por ello. La persona, no la idea.
Al tolerar, sin embargo, sólo soportamos algo sin entrar en valoración, sin plantearnos o incluso sabiendo, que no nos gusta. Lo hacemos de manera racional: tolero que las personas de mi alrededor escuchen reggaeton aunque preferiría que me clavasen astillas bajo los pulgares.
Por eso yo no creo en Voltaire (aunque la frase no es suya). Yo no defenderé hasta la muerte tu derecho a decir lo que dices, sobre todo si lo que dices ataca la bases fundamentales de la convivencia en sociedad. Sobre todo si lo que dices es para proponer la merma de los derechos y las libertades de ciertas personas o colectivos. Hay en ciertas cosas en las que no nos podemos poner de perfil por defender la libertad de expresión. Y ahí hay otra paradoja.
En estos tiempos que corren, como dijo Asimov, “cuando la estupidez se considera patriotismo, no es seguro ser inteligente”, pero debemos ser valientes.