– Llegamos al noventa y dos. Mayoría de edad. Qué subidón, ¿no? – me dijo la china de repente. – Y además Olimpiadas en Barcelona, Expo en Sevilla, Capital Europea… – Sí, sí… Muy interesante todo. Pero centrémonos en lo mío – le corté yo -. Llega el
Seguimos andando un rato en silencio y disfrutando de los maravillosos paisajes de China. Finalmente yo rompí el silencio un poco incómodo. – Yo no siempre he sido tan atractivo, ¿sabes? – Ni, por lo que se ve, has tenido abuela – dijo ella. – ¡Ya estamos! – dije
– Hablemos de sexo – me dijo la china con una sonrisilla de oreja a oreja. – ¿Cómo? – le pregunté yo sorprendido. – Hombre, hemos llegado a la década de los noventa, tienes dieciséis años, digo yo que ya toca hablar de sexo. – No, no pienso hablarte de sexo.
– A los quince años sí que hice algo por primera vez de lo que me siento muy orgulloso – le dije a la china con cierta euforia. – Sorpréndeme. – me dijo ella con un poco de retintín. – Empecé a trabajar. – le dije yo. – ¿Cómo? – preguntó ella
– Así que llegas a los catorce años sólo, marcado y a tu rollo. – resumió la china. – No, no. – dije yo.- O no me he explicado bien o no te has enterado de nada. – No me he enterado de nada y te explicas como el culo.- sentenció ella. Nos quedamos mirándonos […]
– Soy gay – le dije. – Lo sé – me dijo ella. – Por si acaso no había quedado claro. – Sí, ha quedado claro. – Es que no quiero que te hagas ilusiones conmigo. – Ni en mis peores pesadillas. – Vale. Es que me ha pasado más de una vez. –
– Y entonces empecé a estropearme – dije yo. – ¿A los doce años? – me preguntó ella. – Sí. Más o menos a esa edad. – afirmé yo. – Lo primero que hice fue romperme los dientes. – Buen comienzo. – apuntó ella. – Sí, yo siempre he sido de
Fui yo el que rompió el silencio después de un rato. – Háblame ahora de ti un poco – le dije.- Que llevo yo un buen rato contando mis historias. – ¿Qué quieres que te cuente? – preguntó ella aún un poco enfurruñada. – No sé. – dije yo – ¿Familia?
Mientras la china regateaba el precio de lo que habíamos tomado de aperitivo (en China se regatea hasta el precio de las comidas) me fije en el mantel y me vino algo a la cabeza. – ¿Sabes? – le dije a la china cuando volvió a la mesa – Cuando tenía diez años y acabábamos […]
Finalmente entramos en un bar a tomar algo. – Debe ser divertido tener hermanos y vivir tantos en una casa, ¿no? – preguntó ella con interés. – Pues la verdad es que, visto con perspectiva, sí que lo era. – dije yo. – Nosotros éramos tres, como en la mayoría de las