JFK – MEX . Paulo Neo

¿Por qué me hablan durante el vuelo?

No lo entiendo. No soy excesivamente empático, más bien lo contrario. Llego al avión, me siento, sufro, me bajo y se acabó. No pretendo que nadie me entretenga durante el vuelo.

Además de inventar historias en mi cabeza, he de hacer un esfuerzo mental inaudito, que nadie me agradecerá, haciendo fuerza para que el avión se mantenga en el aire.

Creo firmemente en el poder de la mente; y estoy absolutamente convencido que, para que un cacharro de monstruosas dimensiones y peso se mantenga en el aire, tiene que haber alguien con una mente preclara como la mía manteniéndolo en el aire. Me da igual que me deis una explicación científica. Si los aviones vuelan es porque alguien como yo va en cada avión haciendo fuerza mental.

Por eso me molesta soberanamente que algún pasajero me dirija la palabra. No es necesario. Cuando alguien lo hace me dan ganas de decir: “Viajo sólo. Usted y yo no somos amigos, no vamos juntos, probablemente no volveremos a vernos en la vida, no tiene ni siquiera que fingir ser amable, con que permanezca callado durante las horas que dure el vuelo me sobra y me basta”

¡Vale! Nunca lo hago. Intento contestar con algún monosílabo, hacerme el despistado y seguir a lo mío: mantener el avión en el aire.

Hoy se ha sentado a mi lado un desagradable jovencito adolescente. Ya ha entrado sofocado en el avión, justo a punto de cerrar puertas. Ha llegado, se ha sentado y ha empezado a parlotear.

– “Menos mal, casi no llego. He venido con el coche y tenía que dejarlo en el parking pero, justo antes de llegar, a menos de cincuenta metros, he pinchado la rueda. Imagínese: saca el gato, cambia la rueda, manos manchadas. Todo el tiempo mirando el reloj. Y eso que he venido mucho antes para poder sentarme tranquilamente y tomarme una cervecita. Encima la rueda de repuesto estaba pinchada también, me ha tocado llamar a la grúa. Un desastre.”

Lo he mirado con cara de perplejidad y le he dicho: “Je suis désolé, je ne parle pas votre langue.”

He pensado que así se callaría, y de repente me ha sonreído. Con una sonrisa que brillaba. Me he fijado en ese momento. Me he dado cuenta también de la luz de sus ojos azul oscuros. Me ha sonreído y me ha dicho sin dejar de hacerlo: “Y después de la mierda de día que llevo, me toca un gilipollas alemán de compañero de viaje.”

Después de decirme eso ha soltado una carcajada tremenda. Yo sonreía, hacía como que no entendía, pero he estado a punto de darle una puta hostia, sólo por la necedad que significa confundir el francés con el alemán. Pero he preferido hacerme el “germano” y no tener que volver a escucharlo durante todo el viaje, porque como dijo Paulo Neo“Paciencia y silencio: virtud de los grandes.”

PD: Lo confieso, no he podido evitarlo. Cuando hemos aterrizado, he sacado la maleta del compartimento y, antes de dirigirme a la salida, le he mirado a los ojos brillantes y le he dicho: “Eres un puto ignorante hijo de puta. Te he hablado en francés, no en alemán, burro de cojones.” He dado la vuelta, he salido del avión y no he vuelto a verlo.