De primeras y últimas veces. De mi china vida (27)

La china se levantó de la cama y empezó a vestirse.

– ¿Dónde vas tan deprisa? – le dije yo.

– Vamos a la calle. Además me tienes que seguir contando la historia de tu vida. Supongo que en 2001 sí que te pasarían cosas.

– Sí, claro. Pero ¿no podemos hablarlo aquí tranquilamente? – le dije yo todo repantigado en la cama.

– Será mejor que nos vayamos antes de que venga alguien. No estamos en mi casa – me dijo con toda tranquilidad.

Yo pegué un bote de la cama y empecé a vestirme.

– Pero si antes has dicho que estábamos en tu casa. Has abierto la puerta con llaves. – le dije yo.

– Repasa mentalmente. Yo no he dicho nada. Todo te lo has dicho tú. – me dijo ella que ya estaba vestida y preparada para salir.

Yo me vestí a toda prisa. Eché un vistazo a la habitación intentando dejarlo todo como estaba. Iba a ser difícil. Ella me vio ordenar la cama, pegó un sonoro suspiro y empezó a bajar por las escaleras. Al verla bajar dejé lo que estaba haciendo y salí tras de ella. Al llegar a la calle le dije:

– Oye, lo de antes…

– Lo de antes – me dijo interrumpiéndome -, no ha ocurrido.

– Pero…

– No ha ocurrido y punto. No vamos a volver a hablar sobre ello porque, sencillamente, nunca ha pasado.

Se dio media vuelta y empezó a andar. Yo me quedé unos segundos pensando y decidí seguirla.

– Está bien – pensé -. Si es lo que ella quiere… esto no ha sucedido.

Andamos unos metros un poco deprisa y me dijo:

– 2001. Nuevo siglo. Tienes un negocio. ¿Qué ocurre?

– Bueno – empecé yo aún con el pensamiento en lo que no había pasado -, pues es un año con mucha actividad. Tanto buena como mala. Para empezar me llaman para hacer la Objeción de Conciencia. Al no estar ya estudiando se me acaban las prórrogas y no me queda más remedio que prestar el servicio.

– Pero ¿no fue en 2001 cuando se anuló el Servicio Militar Obligatorio? – me preguntó ella extrañada.

– Correcto – le dije yo. – Yo fui el último en prestar el servicio en el Ayuntamiento de Burjassot.

– ¡Qué pringao! ¿Y eso?

– Pues que tuve mala suerte. Me llamaron para incorporarme en marzo y de los diez que fuimos llamados sólo acudí yo. La funcionaria que me atendió me dijo que no tenían la esperanza de que nadie se presentara ya que, al acabar el 31 de diciembre, por mucho que denunciaran que no se había presentado nadie, no iban a solucionar nada. La diferencia era que yo tenía 27 años y sentido de la responsabilidad, y los que no se presentaron no llegaban a los 20. Le pedí por todos los medios que hiciera como que yo tampoco me había presentado, pero me dijo que eso era imposible y me envió a hablar con el concejal que llevaba el tema.

– ¡Que mala pécora! ¿Y el regidor tampoco te lo solucionó?

– Tampoco. A pesar de explicarle que estaba trabajando, que tenía un negocio y que era absolutamente necesario que yo estuviere allí, hizo caso omiso, me firmó la hoja de incorporación y me pasé nueve meses haciendo fotocopias y ordenando archivos.

– ¡Qué majo! Y ¿qué ocurrió?

– Pues lo que tenía que ocurrir: todas las mañanas encerrado en el ayuntamiento, por mil quinientas pesetas al mes. Seis meses después el negocio cerraba ante la imposibilidad de pagar a nadie que lo gestionara en mi ausencia y ante el evidente abandono del mismo.

– ¡Qué injusto!

– ¡Mucho!

– Pero también has dicho que pasó algo bueno.

– Sí, es cierto. En 2001 cree mi propia compañía de teatro: El Acróbata Producciones.

– Eso está muy bien.

– Y estrené con ella, en la Mostra de Teatre d’Alcoi, una obra que recordaré siempre con mucho cariño: Réquiem, de Chema Cardeña.

–  Y ¿qué tuvo de especial?

– Bueno, un actor no siempre tiene la oportunidad de estrenar mundialmente un personaje.

– Mundialmente dice. Mira que eres exagerado a veces. – me dijo entre risas.

– ¿Acaso no fue mundialmente? Nunca nadie jamás había interpretado ese personaje. Elio, que es como se llamaba, tiene el tanto de mí, como del autor, y que Chema me perdone.

– Como se entere de que vas diciendo eso por ahí, sí que te va a perdonar, sí. Menudos son los autores.

– Más de una frase de las que hay en el guión la dije yo en los ensayo.

– Pero eso no te convierte en autor del mismo. Ni siquiera lo escribiría pensando en ti.

– Cierto. Cuando lo escribió ni me conocía. Y eso no me convierte en autor, desde luego, pero yo lo siento así. Elio es mío. Lo podrán interpretar diferentes actores, de hecho ya lo han hecho y, posiblemente, mil veces mejor que yo, pero siempre habrá una parte de ese personaje que me pertenezca. Es difícil de explicar, pero es así.

– ¿Y no has estrenado más personajes?

– Sí. He tenido la suerte de estrenar más personajes, pero Elio siempre será el primero.

– Uno siempre recuerda las primeras veces.

– Recuerdo también que en los ensayos Chema se sorprendía con cosas que hacían los personajes. Decía: “Mira lo que dice este ahora, pero qué morro tiene”“Y ahora va y estornuda, qué oportuno” o cosas por el estilo.

– Pero si lo había escrito él – me dijo sorprendida.

– Eso mismo le contestaba yo, pero ahora que estoy escribiendo una novela le doy toda la razón: muchas veces los personajes hacen lo que les da la gana.

– Yo también hago muchas veces lo que me da la gana – me dijo ella guiñándome un ojo.

– Si, hija mía, sí. Y eres toda un personaje.