De las cosas maravillosas que haces con catorce años. De mi china vida (14)

– Así que llegas a los catorce años sólo, marcado y a tu rollo. – resumió la china.

– No, no. – dije yo.- O no me he explicado bien o no te has enterado de nada.

– No me he enterado de nada y te explicas como el culo.- sentenció ella.

Nos quedamos mirándonos un momento en silencio. No sabía si seguir, si dejar aquí el relato de mi vida o qué hacer. Finalmente decidí continuar. Estuve a punto de preguntarle si le interesaba lo que le contaba pero, sinceramente, me daba un poco igual.

– Quizás no me he explicado bien del todo. Mira, esta es una foto de cuando tenía catorce años. – le dije enseñándole la foto que ilustra esta entrada.

– Madre mía. ¿Ahí tienes catorce años? Pero si pareces mucho más mayor. – me dijo ella.

– Así es. Yo creo que tengo los tiempos desajustados. – afirmé yo – Las hormonas se me dispararon en cuestión de año y medio. Pegué un estirón muy fuerte y durante años parecía mayor de lo que era, no como ahora que parezco mucho más joven.

– Bueno, eso es muy discutible – dijo ella muy seria.

– En fin, – continué yo obviándola – llegué a primero de BUP con una actitud muy diferente.

– Y solo, pobrecito mío. – se lamentó ella.

– ¡Que no, cansina! ¡Que no! – le insistí yo – Que a mí la pena me duró nueve meses. Luego me lo tiré todo a la espalda, y hasta ahora. En esa época jugaba a baloncesto y, por cierto, era muy bueno. Era el capitán del equipo, así que dime tú si estaba solo. Estaba en la falla y no paraba de participar en todo lo que se proponía: play-backs, presentación y todo tipo de actividades. También tenía la pandilla del barrio donde vivía, jugábamos a las chapas, a las canicas. Y además ya hacía teatro. Como ya te he dicho creo que en esa época el día tenía muchas más horas de las que tenemos ahora.

– Todo un líder. – afirmó ella.

– Bueno, tampoco te pases. – dije yo – Yo nunca fui un líder, pero desde luego no puedo decir que me aburriera en casa. Era un buen estudiante, de hecho nunca tuve que ir a recuperar ninguna asignatura en septiembre, y pasaba unos veranos de lujo.

– Y ¿no te pasó nada interesante en esa época? – preguntó ella.

– ¿Te parece poco lo que te he contado? – pregunté yo.

– Pues sí, la verdad.

Yo la miré detenidamente y la verdad es que la china me hizo reflexionar.

– Tienes razón. – acabé afirmando yo. – ¿Cómo es posible que a los catorce años todo te parezca un mundo y ahora, más de veinte años después, eches la vista atrás y te des cuenta de que no hubo nada interesante en esa época?

Estuve unos minutos repasando mentalmente todo lo que hice con catorce años y no encontré nada destacable. Absolutamente nada. De repente me vino algo a la cabeza.

– ¡Ya sé! – dije ilusionado. – Cuando estaba en primero de BUP me pegué con un compañero de clase. ¡Ah! Y, cuando nadie la llevaba, me compré una gabardina marrón clarito, como la del inspector Gadchet, que llamaba mucho la atención. Y un mono vaquero. Era el único de la clase que lo llevaba. Y me llamaban “Pumuki”. Todos teníamos motes en esa época. Y me monté en una moto por primera vez y mi padre me dejaba dar vueltas a la manzana de vez en cuando.

Ella hizo un pausa mirándome muy directa a los ojos.

– En serio, Carlos Enrique… ¿Eso fue lo más interesante que hiciste con catorce años? – me dijo ella muy sincera. – Mozart a los catorce años, tras escuchar el Miserere de Allegri, la transcribió al papel de memoria. Fue hecho caballero de la Orden de la Espuela de Oro por el Papa al enterarse de este hecho.

– Bueno, yo tocaba la flauta dulce, el tabal, estaba aprendiendo a tocar la dolçaina, estudiaba solfeo y bailaba danzas regionales, pero … – intenté seguir yo.

– En serio, con catorce años Justin Bieber había firmado ya con Island Record. – sentenció ella.

– ¡Vamos, no me jodas! – dije yo. – Menudas comparaciones. De Mozart a Justin Bieber. ¡No hay color!

– Galiana, ¿a qué te dedicabas con catorce años? – me dijo la china tocándome la fibra.

– ¿Yo? A vivir. – le dije de forma sincera y orgullosa – Con catorce años sólo me dedicaba a vivir, que ya es mucho.