De la lluvia (y II) . De mi china vida (33)

– Cuéntame algo que realmente pasara en 2007.

– ¿No te has creído lo que te he contado?

– Lo de que ganaste los cuatro premios sí, lo demás me suena a pura fantasía.

Yo la miré extrañado, no entendía que parte de mi historia le parecía ficticia. Podéis juzgarla vosotros mismos aquí.

– La verdad es que en 2007 pasaron muchísimas cosas, así que si quieres puedo contarte más sobre ese año.

– Me parece bien. Un capítulo doble, como en las grandes series.

– En 2007 la lluvia volvió a marcar algunos de los grandes momentos de ese año.

– La lluvia – dijo la china -, siempre la lluvia.

– Pues sí. Es verdad. Ese año me encargaron la Elección de las Cortes de Honor de las Falleras Mayores de Valencia 2008.

– Suena a boato.

– Lo es – dije yo -. No sabes hasta que punto. El caso es que estuve dos meses trabajando en el evento. Creando equipo y preparando hasta el último detalle. Todo iba sobre ruedas. La premisa había sido: lo más importante del evento deben ser las candidatas. Y así se planificó todo. A veces pienso que es una pena que parte de aquello se haya perdido. Pusimos a su disposición un equipo de maquilladoras, indumentaristas y peluqueras para que en ningún momento les faltara de nada. Se les sirvió un catering y se intentó tratarlas como reinas. La idea era que aunque no salieran cuando fueran a sus casas no pudieran quejarse del trato recibido que siempre fue exquisito por nuestra parte.

– Es una buena filosofía para el evento – me dijo la china.

– Sí, y así lo creíamos todos los que estábamos allí. El día anterior se hizo un ensayo general con todo. A falta de perfilar cuatro detalles todo iba bien. Llegó el día del evento y empezaron a llegar noticias de una posible lluvia. Un experto en la materia, o al menos así se definió él mismo, nos dijo que no iba a llover, que como mucho al mediodía caerían cuatro gotas, pero que no teníamos por qué padecer.

– ¿Y qué pasó?

– ¿Que qué pasó? Que cayó la del pulpo. Yo no he visto llover tanto en mucho tiempo. Aquello era un no parar. Duró varias horas. Al día siguiente siguió lloviendo, de hecho. Diez minutos antes de empezar nos llamaron del Servicio de Metereología de Canal 9 y nos dijeron que iba a empezar a llover y no iba a parar en mucho rato. Y así fue. Cuando quedaba poco tiempo para que empezara el evento se tuvo que suspender. Las protestas lógicas entre el público no se hicieron esperar. Diez minutos después el tiempo, nunca mejor dicho, nos daba la razón. Aquello era el diluvio universal.

– ¡Qué buena suerte!

– Ya te digo. El evento era en la Plaza de Toros de Valencia. La arena totalmente empapada. Los equipos totalmente empapados y sucios por la arena. En el interior de la plaza habíamos habilitado un espacio para las candidatas totalmente enmoquetado para la ocasión y, evidentemente, tapaban los desagües. Allí podíamos ir en barca. Buscábamos desesperados entre el agua, palpando la moqueta, el lugar donde estaban los desagües para abrir con un cutter una vía de evacuación. Un auténtico desastre.

– ¿Y se suspendió el acto? – preguntó la china.

– Claro que se suspendió. El acto, que era un viernes, se trasladó al domingo.

– ¿Por qué no se hizo el sábado? – me dijo la china ingenua.

– Me alegra que me hagas esa pregunta – le dije yo -. Mucho se ha especulado en el mundo fallero por ese motivo. El evento se trasladó a la Fonteta y muchos se preguntaban por qué no se hacía al día siguiente. Se habló de que como se casaba una antigua Fallera Mayor de Valencia, los responsables del evento lo retrasaron para poder ir a esa boda. Nada más lejos de la realidad. Se hizo dos días después por una cuestión de logística y de tiempo. Por un lado era imposible recuperar el material utilizado en la plaza que estaba totalmente empapado en 24 horas. Por otro lado había que preparar toda la Fonteta para el evento. Sólo con enmoquetarlo ya se perdía gran parte del día. Al mismo tiempo había que recoger todo lo que había en la Plaza de Toros porque ese domingo había un acto allí mismo, y todo lo teníamos que hacer los mismos.

– Se podría haber llamado a otras empresas. – dijo la china no sin razón.

– Claro, y el presupuesto se hubiera duplicado. La mayoría de las empresas que trabajaron en ese evento no cobraron más que los fungibles y el sueldo del personal para no tener que engrosar las facturas. Sólo alguna se benefició de la lluvia, pero bueno, el tiempo pone a todo el mundo en su sitio, tarde o temprano.

– Así que todo el mundo arrimó el hombro.

– Bueno, no todo el mundo. Te recuerdo que muchos estaban de boda mientras otros pasábamos allí las horas. Yo, de hecho, me quedé dormido en el pabellón solo mientras esperaba a que vinieran a hacerme el relevo. Me fui a casa, me duché, dormí tres horas y volví al pabellón. Recuerdo la frase de un vicepresidente en la reunión de crisis que tuvimos ese sábado por la mañana. Me cogió y me dijo: haz lo que te dé la gana, porque vas a comértelo tú solo. No le faltaba razón. Sólo una de las personas que estuvo en ese gabinete de crisis se acercó a preocuparse por el evento, a cenar con el equipo que estábamos allí trabajando y a darnos ánimos.

– Todo un héroe – dijo la china con recochineo.

– No, no lo creas. No se trataba de ser un héroe. Se trataba de hacer algo en lo que creías. De hacer el trabajo que te gustaba.

– Al menos te lo compensarían.

– Ay, china. ¡Qué inocente eres! Este mundo es una rueda. Y en unos meses nadie recuerda lo que hiciste. Todo vuelve a empezar. Cada evento hay que volver a pelearlo y de nada te sirven tus servicios prestados. Cuando se quema la falla a veces no quemamos sólo lo malo, a veces quemamos también los recuerdos de lo bueno.

– Parece que te arrepientas.

– Para nada. Ni tampoco espero que nadie me lo agradezca. Quién lo tenía que hacer ya lo hizo en su momento, y sólo le hizo falta un abrazo.