De hacer el ridículo… dos veces. De mi china vida (19)

– Así que entraste en Arte Dramático al año siguiente. – dijo la china.

– Pues tampoco – le dije yo.- En 1993, después de un año en Bellas Artes donde no me enteraba de nada, me presenté a las pruebas de Arte Dramático. Había, y aún hay, dos pruebas: una teórica y una práctica. En el primer examen teórico saco la segunda mejor nota de todos los que nos presentamos. Todo pintaba muy bien, mis amigos dan por hecho que voy a entrar. Todo es una fiesta. Ni siquiera me matriculo en Bellas Artes. Todo está a mi favor. Llega la segunda prueba, la práctica, donde debía hacer un par de monólogos. Salgo de la prueba satisfecho. Todo está hecho. Llega el día de las notas y he sacado un 1. ¡Un 1! Mira como sería la cosa que me quedé como media hora mirando ese 1 en la hoja de notas, que estaba escrita a mano, pensando que en realidad debía tratarse de un 7.

– ¿Y no presentaste una reclamación o una revisión de las notas? – me pregunta la china.

– Cariño, uno pide una revisión de notas con un 4,5 no con un puñetero 1 – le dije yo cariñosamente. – Un 1. Nunca jamás había sacado una nota tan baja. ¡Jamás!

– Te quedarías tocado. – me dijo la china con cierta compasión.

– Tocado y hundido – le dije yo- . Una humillación en toda regla.

– Lo siento.- me dijo sinceramente.-

– Han pasado veinte años, ya no hay nada que sentir. El caso es que me apunté corriendo en Bellas Artes de nuevo .- continué – ¡Qué iba a hacer!

– Entonces ¿te quedaste sin saber por qué no habías entrado en Arte Dramático? – me preguntó curiosa la china.

– Bueno, lo imagino. Años después haciendo reflexión sobre aquel examen saque dos conclusiones: hay que leer y hay que ser humilde. – le dije yo.

– ¿Y eso? – me preguntó

– Verás, me presenté con dos monólogos. Uno era de libre elección y el otro debías elegirlo de entre varios que te daban en la escuela. El primero que hice fue el “obligatorio” y era de la obra de teatro “Calígula” de Albert Camus. Ni siquiera me había leído el libro. ¿Para qué? Si ya iba sobrado con mi nota del teórico. Así que interpreté el monólogo sin tener ni pajolera idea de lo que estaba diciendo.  No sabía ni quien era Helicón, ni qué le había pedido Calígula. Años después cuando vi la obra en el Teatro Principal interpretada por Luis Merlo, al llegar el momento del monólogo yo me quería morir de vergüenza como si alguien más del patio de butacas hubiera visto mi interpretación. Lo que había hecho yo no tenía nada que ver ni con la obra ni con nada de nada.

– Vaya – dijo ella.

– De hecho. – empecé a reírme yo .- Al final del monólogo matan a Calígula (Lo puedes leer aquíYo cómo no lo sabía hice mi interpretación y dije: ¡A la historia, Calígula, a la historia! ¡Todavía estoy vivo! Y después de decir esto salí del aula donde se hacía la prueba todo digno, haciendo un mutis dramático que debió dejar helados a los integrantes del jurado. Creo que incluso desde la puerta les lancé una mirada altiva en toda regla y cerré la puerta. No moría en escena, salía con toda la dignidad a comerme el mundo. Como una gran diva de la escena.

La china empezó a reírse conmigo. La verdad es que recordarlo años después es para morirse.

– ¿Y el segundo? – preguntó

– El segundo aún fue mejor. – dije yo con lágrimas de risas en los ojos -. Hacía un monólogo de “Las preciosas ridículas” de Molière. Era de libre elección. Quiero decir que nadie me obligaba a hacerlo. Hice una adaptación del monólogo y me puse a cantar un rap en mitad de mi brillante actuación. Además bailaba al más puro estilo de Vanilla Ice (Pincha aquí e imagínate esto mismo haciendo un monólogo de Molière). Acababa el monólogo con un salto y una caída con las piernas abiertas en el suelo como un gran rapero-bailarín del siglo XVII. Cuando acabé el monólogo miré al jurado y vi a los cinco con la boca abierta. El presidente del jurado sólo dijo: Muchas Gracias. Yo pensé: “Los he dejado alucinados. Es pan comido”.

– Madre mía. – dijo ella entre risas – Estabas absolutamente fatal.

– Una Galianada en toda regla. – dije yo secándome las lágrimas.

– Y ¿qué hiciste durante todo ese año? – preguntó la china .- ¿Te preparaste para el año siguiente? ¿Estudiaste para poder entrar?

– No, me dediqué a dejarme el pelo largo. – dije yo con toda sinceridad.